En primer lugar, hay que tener en cuenta que muchas personas y empresas enfocan la relación con las mascotas de la misma manera que se puede establecer una relación entre un coche, una casa o un teléfono móvil, por poner algunos ejemplos. Es decir, se trata de una relación de cliente-producto. En esta visión, la mascota se convierte en un mero «producto», cuya única finalidad y objetivo es satisfacer la «necesidad» del consumidor.
Sin embargo, resulta evidente que una mascota no puede estar a la misma altura que un producto comercial, ya que se trata de un ser vivo que, entre otras cosas, tiene una capacidad de sufrimiento idéntica a la de cualquier otro, incluidos los humanos. En consecuencia, caer en la cosificación (convertir en «cosas») de las mascotas es un error ético que debemos evitar ya que, además, en numerosas ocasiones lleva al maltrato animal.
Por el contrario, la manera correcta de establecer una relación con una mascota es la de persona-animal, en la que la persona tiene la responsabilidad de cuidar de la mascota, ya que se trata de un ser vivo, y no un producto que sirva para satisfacer los deseos de esa persona en particular. Es decir, tener una mascota es una responsabilidad, no un capricho o apetencia. De hecho, hay que tener en cuenta que nadie obliga a que alguien tenga una mascota, lo que implica que es un acto libre y que se escoge voluntariamente, por lo que el único responsable de esta situación en la que se crea la relación persona-animal es la propia persona.
Una vez que se ha entendido correctamente la importancia de la relación persona-mascota, es importante también entender de dónde proceden las mascotas. En el caso de perros y gatos, que son las mascotas más comunes, su lugar de procedencia siempre será de criaderos de animales o refugios de animales (que normalmente los encuentran en la calle o carreteras o son llevados allí directamente por los propietarios). En el caso de que seamos nosotros mismos quienes encontremos al animal en la calle habrá que tener en cuenta que será una situación fortuita, por lo que no se puede decir que haya habido voluntad de comprar o adoptar al animal, así que lo correcto será decir que las dos únicas opciones de «adquirir» un animal es hacerlo a través de un criadero o de un refugio.
Los criaderos son los que suministran animales a las tiendas, del mismo modo que cualquier industria suministra su «producto» a la tienda distribuidora. Esto implica que el producto se tenga que adaptar a las necesidades de la empresa para que pueda tener beneficios económicos, que lógicamente es el objetivo principal de cualquier empresa. El problema, en este caso, el «producto» de estas empresas son seres vivos que pueden sufrir.
A pesar de que existen diferentes tipos de criaderos, legales y más controlados y preocupados por el bienestar del animal o los que, aun siendo legales, solo los ven como mercancía y producen a nivel industrial o incluso, los que son ilegales, todos ellos «producen» animales forzando la reproducción de las madres de manera artificial. No olvidemos que, como cualquier «producto», debe ser repuesto en los puntos de distribución. Además, las condiciones en las que viven estos animales hasta que llegan a las familias los convierten en seres vivos verdaderamente desdichados.
Por lo general, se encuentran encerrados y hacinados en espacios muy pequeños, las crías son separadas de sus madres antes de que puedan valerse por sí mismas y, además, aquellas crías que no satisfagan los estándares del mercado serán directamente sacrificadas o abandonadas porque no resultarán fáciles de vender en tienda.
Finalmente, después de que los animales hayan pasado por la tienda, en el caso de que no hayan sido vendidos, serán devueltos al criadero, donde la mayoría serán sacrificados, ya que las mascotas que se venden, sobre todo cuando se trata de perros y gatos, son esencialmente cachorros y no se venden a partir de ciertos meses de edad.
Así, las condiciones nefastas en las que viven los animales en criadores y tiendas para su venta son causantes de grandes problemas, tanto de salud como de sociabilidad. En cambio, los refugios o asociaciones protectoras de animales son un tema distinto, como veremos a continuación.
A diferencia de lo que ocurre con la industria de los criaderos y tiendas de mascotas, la estructura de los refugios de animales no está diseñada con el objetivo de ser económicamente rentable, sino de aportar una solución al problema de los animales sin hogar. De este modo, se trata de lugares en los que los animales se ofrecen con el objetivo de que encuentren un hogar, se intenta que estén en las mejores condiciones posibles (lo que conlleva costes económicos que muchas veces son difíciles de alcanzar) y, además de ello, se promueve la visión de que un animal es un ser vivo que tiene valor por sí mismo, no como un «producto» que se pueda comprar y tirar cuando ya no se quiera.
De este modo, si a la hora de hacernos con un animal lo adoptamos en un refugio en lugar de comprarlo procedente de un criadero, tendremos la certeza de que estamos ayudando a un animal necesitado, al mismo tiempo que no estaremos colaborando con una industria que explota y cosifica a los animales con la única motivación de obtener beneficios.
Otra forma de ayudar a fomentar este punto de vista relación persona-animal con respeto es ayudar a los refugios siendo voluntarios o aportando donativos, ya sea económicos, de materiales o de servicios.
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